Expertos alertan que este fenómeno está en aumento y exige hablar de salud mental en entornos académicos y laborales. Su origen está en la autoexigencia, la comparación y el miedo constante a “no estar a la altura”. Puede generar ansiedad, perfeccionismo y agotamiento emocional. Reconocerlo y hablarlo es el primer paso para desmontar esa sensación de insuficiencia.

Sentir que los logros son producto del azar o que en cualquier momento “descubrirán que no somos tan capaces” es más común de lo que se piensa. A esta experiencia se le conoce como síndrome del impostor, un fenómeno psicológico que afecta tanto a estudiantes y jóvenes profesionales como a líderes consolidados, y que puede limitar el bienestar y la satisfacción personal.

Este síndrome no constituye una clasificación en psiquiatría o en psicología, pero sí una realidad emocional que ha sido ampliamente estudiada. Según investigaciones en el ámbito de la psicología en 2025 estimó que aproximadamente el 62 % de las personas ha experimentado síntomas asociados al fenómeno en algún momento de su vida. Estas cifras evidencian que sentirse “fraude” frente al propio éxito no es una excepción, sino una experiencia común que atraviesa distintos niveles educativos, profesiones y géneros.

La psicóloga María Clara Arbeláez, egresada de la Universidad de los Andes y directora de Avance Crecimiento Personal por más de tres décadas, explica que el síndrome del impostor “se alimenta del miedo a no ser suficiente, del deseo de perfección y de una constante comparación con los demás”.

“Cuando una persona piensa ‘no merezco esto’ o ‘me van a descubrir’, le está dando más poder a la duda que a la evidencia de su propio esfuerzo”, “No se trata de eliminar la duda, sino de aprender a convivir con ella sin permitir que determine lo que creemos de nosotros mismos” afirma la doctora Arbeláez.

La especialista resalta que este patrón se refuerza en contextos exigentes o competitivos, donde los logros se comparan y el reconocimiento interno se posterga indefinidamente.

“El problema no está en dudar, sino en no reconocer lo que sí se ha hecho bien. La autocrítica sin equilibrio se convierte en una forma de autoengaño”.

La experta lidera espacios terapéuticos y formativos orientados al fortalecimiento de la autoestima y la gestión emocional, promoviendo herramientas que ayudan a las personas a identificar sus logros y sostener una relación más sana con el éxito “Hablar de lo que sentimos, sin miedo a parecer débiles, es una manera de romper el aislamiento. Todos hemos sentido esa voz que nos dice que no somos suficientes; lo importante es no creerle” señala la especialista.

Un llamado a reconocer el valor propio

El síndrome del impostor no desaparece de un día para otro, pero puede transformarse con autoconocimiento y acompañamiento profesional. Identificar los logros, aceptar los errores como parte del aprendizaje y entender que el valor personal no depende de la perfección son claves para liberarse de esa trampa interna.

En palabras de la doctora Arbeláez, “No se trata de ser más ni de demostrarlo todo el tiempo, sino de creer de verdad que lo que hemos construido tiene valor y que ese valor no necesita permiso para existir”.