El miércoles 10 de diciembre a las 7:00 p. m., en la Sala Capital de la Cinemateca de Bogotá, se llevará a cabo la celebración de los 30 años del Cine Club El Muro, un espacio emblemático que ha sido fundamental para la difusión del cine independiente, la formación de públicos críticos y la resistencia cultural en la ciudad. Esta conmemoración, realizada en asocio con Danta Cine y con el apoyo de la Cinemateca de Bogotá, representa un hito para una comunidad que ha encontrado en este proyecto un lugar para ver, debatir, pensar y sentir el cine como una experiencia colectiva.

Fundado en 1995 por el gestor cultural y cinéfilo autodidacta Adolfo Ayala Rojas, nacido en Armero, El Muro fue desde sus inicios una apuesta valiente por un cine que incomoda, que interroga la realidad y que provoca discusiones necesarias. Este espacio alternativo nació casi sin recursos, pero con una convicción inquebrantable: hacer del cine un motor para el pensamiento crítico, un refugio para quienes buscaban obras distintas a la oferta comercial y un punto de encuentro para espectadores que entendían la sala oscura como un territorio de libertad.

Durante estas tres décadas, El Muro ha proyectado más de 1.500 películas y ha acompañado la formación de al menos dos generaciones de espectadores que encontraron en sus funciones un diálogo abierto sobre temas como la identidad, el poder, la política, la diversidad sexual, la filosofía, la espiritualidad y el descubrimiento personal. Desde su primera función con La noche de los lápices, pasando por clásicos fundamentales como Blade RunnerEl séptimo selloPersonaWaking Life y Amores perros, hasta ciclos contemporáneos en espacios como el Gimnasio Moderno y La Tavola Santa en Chapinero, El Muro se consolidó como un laboratorio permanente de reflexión cultural.

En estos 30 años, su programación se distinguió por una curaduría que no le temió a lo transgresor ni a lo experimental. Para El Muro, el cine siempre ha sido una forma de mirar desde el borde, de confrontar lo social, de explorar el cuerpo, las memorias y las emociones profundas, y de abrir preguntas sobre el lugar del ser humano frente a la tecnología, la historia y el deseo. Sus funciones, acompañadas con foros, conversaciones espontáneas y debates intensos, dieron forma a una comunidad que se construyó película tras película, rompiendo la idea de que el cine club es un espacio estático: aquí ha sido, sobre todo, un territorio vivo.

En coherencia con esa mirada, la celebración de los 30 años tendrá como eje la proyección de Videodrome (1983), obra mayor del director canadiense David Cronenberg. Esta película, adelantada a su tiempo, propone una perturbadora reflexión sobre el poder de la imagen, el impacto de las pantallas y la manipulación de los cuerpos a través de los medios. Su protagonista, Max Renn, responsable de un canal de televisión sensacionalista, descubre una transmisión pirata llamada “Videodrome”, cuyas imágenes extremas van revelando un universo donde la frontera entre lo real y lo alucinatorio se derrite, y donde los mensajes audiovisuales pueden reprogramar la mente y transformar físicamente el cuerpo humano. La película es un eco perfecto de las preguntas que han guiado la historia del cine club: ¿qué vemos cuando miramos? ¿qué nos hace la pantalla? ¿cómo cambia el deseo cuando se procesa a través de imágenes?

El evento incluirá también la presentación de un corto documental que recorre la trayectoria del cine club, con testimonios de espectadores, amigos y colaboradores que han acompañado al proyecto a lo largo de estas tres décadas. Además, se lanzará la campaña #YoTambiénEstuveEnElMuro, una invitación abierta al público para compartir recuerdos, anécdotas, primeras películas, debates memorables y momentos que marcaron la vida de quienes han hecho parte de esta comunidad. Esta estrategia busca recoger y preservar una memoria colectiva que ha sido construida desde la pasión, la persistencia y el amor por el cine.

Contra todo pronóstico, y sin respaldo institucional permanente, El Muro ha sobrevivido a la llegada de las plataformas, a la transformación del mercado audiovisual y a los cambios en los hábitos de consumo cultural. Su persistencia demuestra que aún existe un lugar —y una necesidad— para los espacios independientes que activan la conversación, que apuestan por el riesgo estético y que creen en el poder transformador de una pantalla compartida.

“Treinta años después, el cine sigue siendo nuestra manera de entender la vida y compartirla. Ser visionarios no es prever el futuro, sino creer en lo que otros aún no ven”, afirma Adolfo Ayala Rojas, fundador y director del Cine Club El Muro.

Con esta celebración, El Muro reafirma su papel como un espacio visionario, resistente y profundamente humano, un punto de encuentro imprescindible para quienes entienden que el cine no solo se mira: se piensa, se debate y se transforma en comunidad.