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¿Por qué un papa debe cambiar su nombre?: "Ya no se pertenecen a sí mismos"

Cambiar de nombre es recordarnos que todos, en algún momento, estamos llamados a transformarnos, a empezar de nuevo, a vivir con más conciencia la misión que llevamos dentro.


Por: Alberto Linero

Cuando un cardenal es elegido papa , se levanta lentamente, tiembla por dentro y escucha la pregunta ritual: “¿Aceptas tu elección?”, si responde que sí, le hacen una segunda pregunta: “¿Con qué nombre quieres ser llamado?”.

Esa decisión no es un simple formalismo, es en realidad un acto de profunda transformación. Porque cambiar de nombre no es renunciar a lo que uno ha sido, sino consagrar lo que uno está llamado a ser. Como en las antiguas historias bíblicas, cuando Abram se convirtió en Abraham, o Simón en Pedro, el nuevo nombre es símbolo de una nueva misión, un nuevo rostro para servir a la humanidad.

Esta tradición comenzó de manera formal en el año 533, cuando el cardenal Mercurio, al ser elegido papa , consideró inadecuado llamarse como un dios pagano. Eligió el nombre de Juan II, y desde entonces, todos los papas han adoptado un nombre nuevo. Es como si en ese momento de gran responsabilidad, reconocieran que ya no se pertenecen a sí mismos.

A lo largo de la historia, Juan ha sido el nombre más usado, con 23 pontífices; seguido por Gregorio (16 veces), Benedicto (16 veces), Clemente (14) y Inocencio (13). Son nombres cargados de historia, que evocan modelos, ideales, incluso redenciones.

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