El futuro de la industria pasa por una ecuación simple pero urgente: Más valor compartido
Más café, más consumidores… y más responsabilidad
En medio de dos de los escenarios más importantes de la industria cafetera mundial, el presidente de la Federación Nacional de Cafeteros, Germán Bahamón, hizo un llamado urgente a repensar la cadena de valor del café con una visión clara: la del valor compartido.
Desde Suiza, en el foro de la Specialty Coffee Association dentro del World of Coffee, y en Brasil, durante el Coffee Dinner de Cecafé, Bahamón habló de cifras contundentes y verdades que no se pueden seguir postergando.
En los últimos cinco años, los precios internacionales del café se han casi triplicado. Sin embargo, la demanda no solo no ha bajado, sino que sigue firme. El café demostró ser un producto inelástico: aún en medio de crisis económicas, el consumidor sigue pagando por una experiencia que trasciende la bebida misma. Hoy, el café es ritual, salud, identidad y vínculo. Y esa conexión con el origen, advierte el dirigente gremial, hay que cuidarla.
Los datos son claros: en el año 2000, el mundo consumía 104 millones de sacos de café. En 2023, la cifra llegó a 177 millones, y todo indica que en 2030 esa demanda superará los 200 millones. Nuevos mercados como Asia y África se suman al fenómeno global de más café, más momentos de consumo… y más retos para quienes lo producen.
Brasil, el mayor productor del mundo, sigue marcando la pauta en volumen, pero Colombia, sostiene Bahamón, debe apostar por su fortaleza natural: la calidad del grano. Aun así, el presidente de la Federación advierte que no basta con tener un producto excepcional. Hay que aprender de quienes han logrado mayor eficiencia mediante tecnología, innovación y reducción de costos.
Pese a los buenos resultados de la cosecha actual –con cerca de 15 millones de sacos y más de 21 billones de pesos en ingresos para los caficultores– el futuro inmediato no será tan generoso. El país enfrentará una caída en la productividad debido al estrés fisiológico de los cultivos tras una cosecha abundante, acentuado por lluvias inusuales y persistentes. El cambio climático ya no es una amenaza: es una realidad que golpea directo en la sostenibilidad del sistema productivo.
Y a esto se suma otra preocupación: la especulación en los mercados de futuros y la presión injustificada para bajar los precios al productor. Bahamón no dudó en lanzar una alerta: ¿por qué, si la categoría es hoy más valiosa que nunca, algunos actores siguen intentando exprimir al eslabón más débil? ¿Por qué se insiste en prácticas que sólo afectan al campesino que no puede ser reemplazado?
“El productor no puede seguir siendo el que asume todos los riesgos”, dijo, y con razón. Mientras el consumidor final paga –y con gusto– por una buena taza de café, ese valor agregado no siempre llega a quien lo cultiva.
La reflexión es profunda: si el mundo necesita más café, entonces debe garantizar que quien lo produce pueda vivir dignamente de hacerlo. Porque sin productores sostenibles, no hay industria posible. La sostenibilidad, reitera Bahamón, no es un discurso bonito para eventos internacionales. Es una estructura de valor real, que se construye desde abajo, desde la raíz misma: el campo.
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